CAPÍTULO IX
Relato
nº 8 2ª parte:
CÁRCELES Y DROGAS
Habíamos comentado de cuanto deseo llega a tener el
detenido en comisaría, por pasar cuanto antes al
juzgado, puesto que es tan duro el período de
abstinencia, que es preferible que te lleven cuanto antes
a prisión, a padecer esos tormentos en el
calabozo de la comisaría. Máximas tales como la
pérdida de libertad no poseen significado alguno
para quienes están sufriendo a consecuencias del
síndrome de abstinencia; es a posteriori... unos treinta
días más tarde, cuando ya superado el citado síndrome
y recuperado parcialmente, es cuando verdaderamente
empiezas a pensar en donde estás y el por qué de ello.
Una vez que el juez, decreta prisión, el detenido es
trasladado inmediatamente a la cárcel o penitenciaría
correspondiente al distrito. Entregado allí, por la
Guardia Civil, que es la encargada del transporte y
custodia de presos, los entrega a los funcionarios de
prisiones y pasas entonces, a estar bajo la custodia de
estos. En esas admisiones eres de nuevo (si te han
ingresado ya otras veces) fotografiado, son rellenadas y
de nuevo, nuevas fichas y más fichas; otra vez las
huellas dactilares te son tomadas... en definitiva un
proceso que suele durar dos horas... dos larguísimas
horas; en el transcurso han registrado a fondo todas tus
ropas y lo que portes de equipaje de mano. Te
obligan a tomar una abundante ducha y tú... como un
pelele te dejas conducir, puesto que ya tus fuerzas son
muy pocas... el síndrome ya se encuentra en
sus ochenta horas, por ello es quizá... su peor momento,
pero aguantas como puedes puesto que sabes que, cuanto
acabe o terminen de admitirte en la
penitenciaría... te pasarán de inmediato al
doctor de la prisión.
Este médico (ya creo haberlo dicho) será quien ponga
fin a tus sufrimientos... podrías haber sido asistido
dos días antes en comisaría y me hubiesen evitado tanto
dolor y padecimientos como he sufrido (todos los ya
adictos, los sufrimos)... pero no fue así... pareciera
que cómo drogadictos que ya somos, no tuviésemos
derecho a que se nos aliviara con la celeridad
necesaria... en nuestro contra siempre la misma
aseveración.... Vosotros os lo habéis
buscado.
Durante el tiempo que el médico considere oportuno, se
nos suministrará y diariamente, un sobre con
ciertos comprimidos; éstos y en principio,
paliarán nuestro estado de ansiedad e incluso de dolor
físico; también nos ayudarán a dormir... no lo que
quisiéramos, pero si al menos, unas cuatro o cinco horas
al día... ó cada ciclo de 24 horas.
Transcurren, de tan singular manera, los primeros
días, por lo general... y en los que nadie te molesta
durante ese tiempo, el que parece estar
medido por quienes se encuentran en tu
entorno, puesto que todos los presos saben lo que es
estar de mono y también saben de los
peligros que corren, de enfrentarse a hombres, que por
encontrarse en el estado ya descrito... son irascibles en
grados que pueden llegar a ser muy preocupantes, por lo
violentos de los mismos... y que sólo aguardan, esa...
sutil palanca que les haga saltar sin control
alguno hacia donde nadie espera.
Los días se sucedían y mientras mi mono
daba los últimos coletazos, no me quedó más solución
que iniciar, o empezar a prestar atención, al lugar
donde me encontraba y quienes me rodeaban en el mismo.
Me encontraba en el denominado Módulo 2,
llamado el de los preventivos, por ser esa,
la condición o estado en que nos encontrábamos, los
allí recluidos... unos doscientos presos que en el
citado módulo convivían... o tratábamos de
convivir.
En el mismo, había entradas y salidas a
diario; puesto que todos estábamos pendientes de una
fianza o de un juicio; por ello y con tanto ajetreo, era
relativamente fácil, el pasar desapercibido entre tanto
ir y venir de gente, por tanto lo lograbas si
así te lo proponías.
En aquel módulo, el dinero corría en
abundancia; las visitas de los familiares eran continuas;
todo el mundo... parecía que tenía de todo;
las celdas estaban preparadas para dos presos y estaban
bien equipadas, si bien el espacio era reducido como se
puede imaginar, pero cada celda tenía instalado un
servicio y con ducha incluida. En casi todas había TV.,
en forma de receptores portátiles, los que eran
alquilados a otros presos, aunque ello pueda parecer
mentira. La tele nos era casi imprescindible,
puesto que te encerraban en la celda a las ocho y media,
de la tarde-noche y ya permanecías encerrado en ella,
hasta las siete y media de la siguiente mañana (11 horas
interminables)... eran, entonces... muchas horas para
pasarlas durmiendo, e incluso sobraba tiempo para leer,
actividad ésta muy común durante las horas del día.
Por si no fuesen suficientes las citadas horas de
encierro, se nos gratificaba con otras tres
más y después de la comida del medio día y como
siesta; por ello, está claro que el mayor tiempo lo
tienes que pasar encerrado en esas jaulas y
dentro del propio encierro que es en si... ya es la
propia cárcel.
Pero yo no voy a criticar las citadas medidas, puesto que
creo o pienso que... era mas pernicioso el estar todo el
día deambulando y sin nada que hacer, sólo paseando por
el patio que tienes asignado.
Dado el carácter de preventivos de la
mayoría de internos y teniendo en cuenta que los
destinos de trabajo sólo se les asignan a los ya
condenados, ello daba como resultado... un patio
atiborrado de hombres sin nada que hacer.[1]
Hombres de diferentes nacionalidades, incluso de
diferente color y credo... pasean de una lado
para otro, en incesante caminar... algo así cómo
vemos hacen las fieras en los zoológicos mal
acondicionados y donde... hasta los animales se llegan a
volver locos.
En ocasiones y por pura necesidad de quemar
energías, se organizaban partidos, bien de fútbol
o de baloncesto... indefectiblemente y antes o después,
era la violencia la que se adueñaba de aquella cancha,
que de deportiva era convertida en campo de
combate... lógico, por demás.
El juego de damas o de ajedrez, son quizá los únicos
juegos que no crean conflictos; el parchís, juego
inocente de nuestra niñez y que todos hemos
practicado (al menos los de nuestra edad)... se convierte
en la cárcel, en la estrella del particular casino
carcelario... y puesto que dados y naipes están
totalmente prohibidos... ese inocente
parchís los suple y en él o a través del mismo,
se apuesta como si de una gran timba de
póquer se tratara; por ello en el citado juego
surgen las desavenencias propias del que pierde y no sabe
hacerlo... lo que deriva en broncas de grado inimaginable
por hasta donde... puedan llegar.
Tal vez, leído esto y desde fuera de estos muros...
pareciese como si la cárcel fuese... muy de
campamento recreativo, pero la realidad es muy
otra: Saber estar aquí dentro es primordial; las
tensiones siempre se encuentran a flor de piel. Si eres
débil... las hienas que aquí también
viven, lo notan olfativamente y dándose
cuenta de tu estado, ya ni podrás pagar con
tranquilidad, tus culpas ante la sociedad... siempre
serás extorsionado por este tipo de alimañas
carcelarias. Pensándolo bien, que nadie crea que es
fácil salir adelante en una prisión... no puedes contar
con la ayuda de la autoridad que rige la misma, por las
connotaciones que trae consigo ello... o sea... que se te
tache de confianzudo[2]
con los funcionarios de prisiones. El simple hecho de que
saludes a uno de estos funcionarios, con un simple
buenos días... será motivo para que seas
señalado y objeto de escarnio, por parte de tus
compañeros de módulo carcelario.
Si tienes economía saneada, no sabrás que
actitud tomar; la de enrollarte con ellos y ser entonces
y enseguida... pasto de los buitres; ó
adoptar la postura contraria y de sólo para
mi, en cuyo caso serás tachado de egoísta e
igualmente buitreado. Si eres demasiado
confianzudo, más pronto o más tarde, ten
encontrarás con problemas. Si te cierras totalmente
en banda, estarás condenado a mantener esa
postura de loco para siempre.
Lo que si observé y desde un principio, es el
comportamiento personal de cada uno de los presos de mi
entorno; pensaba que observando y analizando, por lo
menos descubriría cosas y sabría a que
atenerme con cada cual ó al menos, con la mayoría de
ellos.
El primer detalle que pude observar, es que
casi todos mantienen y sin saberlo, pautas
similares de comportamiento. La pauta más significativa
es la que les incita a unirse en grupo, como si de su
primera necesidad se tratase; por ello, enseguida se van
juntando o reuniendo en pequeños grupos.
Observé que los únicos que se encontraban solos eran
los violadores, a estos se les margina y no se les acepta
socialmente. También existen otros pocos,
que deambulan solos y día tras día... son aquellos que
padecen de algún trastorno de tipo psicológico... a
estos pobres desgraciados, se les suele dejar... ir
a su aire.
Y después, creo que... el único que andaba solo y de un
lado a otro, tratándose con todos pero guardando
las distancias, era yo mismo. No sentí necesidad
de apoyarme en nadie, tal vez ello fuera, motivo, por mi
inclinación innata de optar a una vida independiente,
que creo haberlo matizado ya antes de este relato.
Me di cuenta por todo ello, el que para mantenerme en mi
sitio, debía siempre estar alerta... y que la mejor
manera de conocer a las personas, era cuando éstas
entraban y aparecían por primera ven en el módulo
carcelario... ya que como yo mismo, llegaban
derrotados, cansados, tanto física, cómo
psicológicamente; por ello es el mejor momento para
acercarte al recién llegado y ofrecerle algo de tabaco,
lo que más tarde podrá tener y sin problemas, pero que
recién ingresado, será una de las cosas que más puede
estar echando en falta, si es fumador que casi todos lo
somos o fuimos... Ese momento quedará registrado en su
memoria de forma muy firme y de esta forma o manera y al
cabo de seis meses... mi mano fue en la primera en la que
se apoyaron más de la mitad de los reclusos que en
aquellos momentos a que me refiero... había en el
módulo. Conseguí por ello, hacerme de querer en ese
duro ambiente, a fin de cuentas los sentimientos humanos,
no se dejan de poseer o sentir por ser o no ser un preso
ó condenado del tipo que sean.
También debo reconocer y reconozco que... en la mayor
parte de las veces, mi comportamiento no era solidario
por que si. Era mi manera de estar en aquel lugar y
decidí hacer amigos a crearme enemistades.
De todas formas es casi imposible salir de una prisión
sin haber tenido algún problema. (Fin del
relato, que viene sin fecha ni firma) ****************** NOTA:
Recibo bajo sobre (fechado el 23-04-2001) los
dos relatos siguientes: Relato-8
2ª parte (B
Drogas y Cárcel
Los meses que pasé encerrado en prisión no fueron los
suficientes para que mi moral se viniera
abajo. Por el contrario intenté saciar mi curiosidad por
la vida y los sujetos que en ella vivimos; de ésta
manera conocí a muchas personas... detrás de cada una
de ellas, un delito, en ocasiones, muchos. Supe de los
hechos, de las causas. Escuché a quien cometió el
delito, también supe de las razones de unos y otros.
Seguramente fui sin proponérmelo, confidente de los
delitos cometidos por algunos de ellos. Especialmente,
dos confidencias de aquellos días se mantienen grabadas
en mi memoria.
Una de estas hace referencia a una muerte sin
querer y ocurrió así.
El joven inculpado en dicha muerte, yo ya le conocía
desde antes de ser ingresados en la cárcel; se buscaba
la vida ejerciendo de aparca coches; se
trataba de una persona tranquila y que pasaba
desapercibida por la vida de los demás. Me había fijado
en él, por cuanto le vi en ocasiones, rondando por los
lugares donde nos resguardábamos para
consumir. Puedo asegurar que dicho joven no
tenía dependencia alguna de las drogas, estaba aún...
asomándose a ese mundo.
Aconteció, que en compañía de otro, en una noche al
deambular por las calles, se encontraron con un
extranjero residente en estas islas desde hacía años.
Este tenía la condición de homosexual, e invitó a los
dos chicos a beber y posteriormente les llevó a su
domicilio; los tres siguieron bebiendo, si bien cada cual
llevaba en su cabeza diferentes ideas; así, el
extranjero pretendió un contacto sexual, los chicos se
negaron, pero si que aprovecharon la ocasión para
robarle.
A tal fin, maniataron al extranjero, para impedirle que
gritara en demanda de auxilio y para ello, se les
ocurrió colocarle una cinta adhesiva en la boca.
Colocada esta con precipitación, obturó sin que los
jóvenes se percatasen de ello, los orificios nasales a
la par que amordazaban la boca con dicha cinta.
Así maniatado fuertemente y sin poder respirar, aquel
pobre hombre, forcejeó y luchó cuanto pudo, ya tendido
en su propia cama, mientras los citados jóvenes, estaban
inmersos en el registro de la vivienda buscando dinero; a
tal extremo que se olvidaron del maniatado.
Me juró... el mentado joven, que cuando se fueron, el
hombre se movía... lo que no pasó siquiera por su
mente, es que aquel acto y aquella cinta, acabaron por
ahogar al infeliz que murió asfixiado y de forma
horrible.
Es claro que dejaron huellas por toda la casa y por
consiguiente, los trabajos de investigación realizados
por la policía, dieron como resultado la detención casi
inmediata, de éstos dos... involuntarios
asesinos. Personalmente estoy seguro de que lo
mataron sin querer, pero de una u otra forma acabaron con
su vida y la justicia les haría pagar por ello, puesto
que la culpabilidad era innegable, por todas cuantas
atenuantes quisieran esgrimir.
Otro caso:
A la hora de acudir al comedor se solía guardar cola a
la puerta del mismo; los primeros en colocarse en dicha
cola siempre eran los mismos; tres reclusos, estos de
más edad que los anteriormente citados. Con uno de
ellos, llegué a tener cierta confianza; su edad ya
pasaba de los sesenta y cinco años y estaba en espera de
juicio. Su delito, cometido y admitido por él, era el de
asesinato en primer grado.
Era difícil para mi, entender como aquel simpático
anciano había matado con tal tipo de agravantes, pues
reitero lo de primer grado. Por todo ello y
cuando estuve seguro de su afecto y confianza, un día le
pedí me relatara cómo habían sucedido los hechos que
se le imputaban. Me dijo cuanto sigue.
Según él, llevaba ya años sufriendo de los abusos de
su vecino; las casas de ambos estaban separadas sólo por
sus jardines y un pequeño muro intermedio, que
delimitaba ambas propiedades. Su vecino y auspiciado o
influenciado por su propia mujer, le hacían la vida
imposible. Sufría de insultos cotidianos, incluso le
echaban basuras en su jardín. Los insultos partían
siempre de la citada mujer, el marido incluso le
amenazaba reiteradamente. Transcurrieron los años y
después de muchos de sufrir en soledad esta situación,
dado que era viudo y por ello vivía solo, tomó
fríamente la determinación de matar al matrimonio,
causante de sus males.
Para ello, preparó concienzudamente su escopeta de caza,
en previsión de fallos y como el cazador espera apostado
a que pase su presa, éste hombre se sentó en el quicio
de su puerta a esperar a su vecino, el que como era
normal llegaría del trabajo a una determinada hora,
coincidiendo con la de la comida del medio día. Según
me confesó, él quería matar a los dos, puesto que
esperaba o confiaba, en que al oír los primeros disparos
que efectuara a su vecino, la esposa alarmada por ellos,
se asomaría a un balcón que tenía la vivienda; balcón
desde el que tantas veces había sido insultado por
aquella mujer.
Llegado el oportuno momento... el vecino llegó en su
automóvil, aparcó el mismo como solía hacer siempre,
al lado de su casa; se apeó del vehículo y dirigió
hacia la entrada de su vivienda. Antes de llegar a la
misma recibió el primer disparo; herido éste hombre,
que era de gran corpulencia, se volvió hacia su agresor,
el que a unos cincuenta metros de distancia permanecía,
con la escopeta en la mano. Viéndolo
venir, el agresor disparó de nuevo y tan certeramente
que el impacto, la víctima lo recibió en pleno pecho;
pese a ello, aquel hombre intentó dar unos pasos, se
tambaleó y se desplomó en el suelo.
El viejo atacante se acercó al ya moribundo,
pero al propio tiempo dirigiendo miradas furtivas hacia
el citado balcón en espera de que en èl, apareciese su
segunda víctima, pero por lo que fuere, la mujer no
apareció en escena, quizá se percatara de lo que
ocurría fuera y permaneció escondida en el interior de
su casa.
Llegado el asesino junto al cuerpo de aquel corpulento
hombre, pudo oír las últimas palabras que pronunciara y
que fueron las siguientes... ¡Me has matado hijo de
puta!. Al oír aquel postrer insulto, aquel viejo hombre,
apuntó de nuevo su arma contra aquel ya indefenso ser y
de nuevo disparó sobre el mismo; ésta tercera descarga
la realizó con saña (o locura, quien sabe) entre
la entrepierna del caído... ¿qué le
impulsaría para realizar tal ensañamiento en las partes
genitales de aquel hombre?... ¡Horrible!.
Pero lo curioso o sorprendente, es con la frialdad que
actuara, puesto que aquel asesino (así me lo aseguró)
no se inmutó lo más mínimo, puesto que realizado
cuanto relato, aquel hombre y con total tranquilidad,
procedió a desmontar su arma dirigiéndose a su vivienda
y allí, nuevamente sentado en el quicio de su puerta,
esperó con toda serenidad a que las autoridades se
presentaran y cuando estas llegaron, se entregó sin
ofrecer ningún tipo de resistencia, inculpándose de
inmediato, de los hechos relatados, los que igualmente
confesó a la policía y con todo lujo de detalles.
Yo no soy psiquiatra ni por lógica tengo conocimientos
plenos para asegurar cuanto voy a decir, pero si que
opino sinceramente, que aquel viejo y en los momentos de
los hechos relatados, estaba bastante cuerdo ó
normal; simple o inexplicablemente y después
de pensarlo con detenimiento, se decidió a matar a
aquellas dos personas, que le tenían amargado y de las
que no veía forma de librarse. Él me confesó con toda
rotundidad, el que nunca antes, había hecho mal a nadie,
pero que no se arrepentía de nada y que lo volvería a
realizar si las circunstancias eran las mismas y además
(me insistía) hubiese deseado con todas sus fuerzas, que
aquella mujer ó arpía, hubiese salido al
balcón, para igualmente matarla inmisericordemente en el
mismo, puesto que él, creía firmemente que era mucho
más culpable de sus desdichas, que el marido, al que
había matado y posiblemente como cabeza de
turco; y el muerto, de quien en realidad era
víctima, era de la propia esposa que le incitaba y
dominaba lanzándolo contra el vecino y no llegando a
saber nunca, el por qué de aquel ahínco comprometedor,
llevado hasta extremos desesperantes ó desesperados y
que desembocaron en los hechos criminales que habían
llevado a aquel hombre al asesinato y posteriormente a la
cárcel. ¿Cómo suceden cosas así?.[3] RELATO
Nº 9 LA CÁRCEL ES OTRO MUNDO:
Sí, para quien no lo sepa debe saberlo... es un
mundo, en el que todo es diferente y si bien
algunas películas han tocado el tema, pero la realidad y
en el día a día de una cárcel o penitenciaría, surgen
tantas cosas que es imposible resumirlas en una película
o libro por objetivos, extensos y bien realizados que lo
sean, ambos medios de comunicación humana, que de
cualquier manera hay que considerarlos buenos, si de
verdad están realizados con veracidad plena.
Aquellos recintos carcelarios, son cada uno de ellos (ya
lo he dicho) un mundo diferente, donde las
cosas más simples, llegan a tener o tomar, un valor
desorbitado para quienes están privados de libertad y
sólo cuentan con lo que pueden encontrar en el
perímetro de esas cuatro paredes que lo
aprisionan. Así, un sobre, un sello para franquear una
carta, un simple cigarrillo; el más pequeño y simple de
los receptores de radio, incluso hasta el papel
higiénico... llegan a ser muy importantes en una
cárcel.
Dentro de una prisión, cómo es lógico, existe un
control casi total de cuanto entra o sale; por tanto todo
hay que pedirlo por escrito a la dirección del centro;
ésta decide que es lo que puede llegar, o no llegar a
las manos del preso; deciden cuando y quien te visita,
valora tu derecho a la comunicación telefónica,
adjudicándote para ésta, un turno o momento concreto de
un determinado día.
Todas éstas medidas restrictivas contribuyen a que
dentro de las prisiones, se cree un mercado
negro de los más dispares productos, cuyos valores
se transforman por el simple hecho de haber podido
franquear los muros carcelarios, por otra parte
infranqueables para nosotros los presos. Por
ello los precios se disparan y multiplican por varias
veces su valor en el comercio de la calle, máxime si se
trata de adquirir drogas o alcohol.
Para que se haga usted una idea aproximada le diré que,
en 1995 una botella de güisqui de tipo
normal y corriente, se llegaba a pagar diez mil pesetas;
un porro de hachís, quinientas. De un
boliche de crack (cocaína en roca para
fumar, creo que la más temible de todas las drogas)...
decía que, de uno de estos boliches que en
la calle costaban mil pesetas; en la prisión no se
encontraban por menos de cuatro mil. No quiero
cansarle con datos y cifras, pero esos precios citados,
que sean la referencia para todo lo demás, que
necesitábamos como personas normales o para los vicios
adquiridos, todo ello lo encontrabas dentro de la
penitenciaría, pero a precios muy altos y nunca fijos,
ya que según oferta y demanda, eran fijados
arbitrariamente por quienes poseían las diferentes
mercancías; destacando en ellas las drogas que al igual
que en la calle, se venden dentro de las prisiones.
¿El cómo entran o quienes las introducen?: no es
competencia mía el averiguarlo, sino por el contrario,
de las propias autoridades; pero el hecho, ya lo he
dicho, es... que nunca falta droga en la prisión.
Como dato aterrador por cuanto es y puede significar,
decirle que una jeringuilla es un bien muy preciado por
esos lares; en el módulo donde yo me
encontraba, tan sólo hubo tres jeringuillas durante
cinco meses; con éstas nos picábamos
(inyectábamos) alrededor de, una veintena de presos y
diariamente; cómo es lógico de pensar; de éstas, que
son preparadas en principio, para usar y tirar; al ser
empleadas durante tanto tiempo y tantas veces, se
deterioraban hasta extremos incalificables, puesto que
las propias agujas y de tanto perforar venas, llegaban a
despuntarse hasta tal punto, que en ocasiones era preciso
afilarlas, lo que sólo podíamos hacer friccionándolas
contra el propio suelo, que era el abrasivo
que teníamos a mano, para conseguirles un poco de punta,
que facilitara el pinchazo hasta perforar la vena... ¿la
higiene?... Pues no sé que decirle, simplemente no
pensábamos en ello por cuanto no era posible, nuestra
obsesión era tan sólo el que la dosis necesaria entrara
sin problemas. En ocasiones, el émbolo que sirve para
tirar hacia atrás y empujar hacia delante, se partía...
he visto hacer las reparaciones más increíbles.[4]
El día que algún preso lograba entrar con una
jeringuilla oculta en su ano, era para él una suerte,
puesto que mientras esta aguantara podría drogarse
gratis, alquilándola una y otra vez. Si es cierto, que
para calmar un tanto nuestra conciencia, en cada uso,
limpiábamos las tales jeringuillas, con lejía, pero a
nadie puede extrañar los contagios que se producirían.
Pero para ser sinceros, en aquellos años a mi y a tantos
otros, nos importaba un pito el SIDA y las
demás enfermedades de las que nos pudiéramos contagiar.
Nuestro poco sentido estaba centrado en la adquisición
diaria de nuestra dosis, lo demás no importaba en
absoluto; sabíamos de quienes se morían, bien por el
mismo SIDA, bien por otras causas relacionadas con el
consumo, pero todo ello nos daba igual; en ocasiones,
hasta envidiábamos a quienes definitivamente dejaban
este mundo y en él, los sufrimientos que padecíamos.[5]
La prisión es en efecto otro mundo, si en libertad era
difícil mantener económicamente la adición, imagínese
usted cuan más difícil mantenerla en prisión. Por la
droga diaria, muchos... vendieron su alma al
diablo, a la par que sus cuerpos fueron objetos de
placer para convictos homosexuales. Es tan denigrante
sentirte no acariciado, sino más bien manoseado con
lujuria por otro hombre; ese horrible olor... ¡Dios
mío!... es el olor de otro hombre en celo. Y todo por
conseguir tu maldita dosis.
Estimado señor, lo siento mucho pero dejaré que la
cárcel y sus recuerdos se desvanezcan en el más
absoluto de los olvidos.[6] (Fin del 9º
relato) JAÉN 25 Mayo 2001 a Francisco Javier Rodríguez
Tirador LA LAGUNA (Tenerife) Querido amigo:
Aún cuando ya y en correo anterior le tengo contestado a
algo de lo que hoy refiero, pero al abrir uno de los dos
sobres que me quedaban por corresponder, encuentro su
carta 28-04-01 y completo la respuesta en relación a la
misma, con lo siguiente.
SIDA: Cerrado el tema, como ya hemos quedado en correos
anteriores y lo celebro, puesto que ha quedado claro
nuestra buena voluntad para aclarar cuanto nos ha sido
posible y en relación a cuanta información hemos
obtenido. HOMOSEXUALES: Totalmente de acuerdo puesto que los considero igual que usted y que refleja su párrafo que dice... prefiero no juzgarles por cuanto ellos también son hijos de Dios. Debo significarle que en el relato y antes de yo haber leído su carta; y en su momento oportuno, aparece un apóstrofe, que entre otras cosas dice cuanto sigue y que le subrayo para significarlo: Dicho
cuanto antecede, mi mayor respeto hacia el homosexual,
siempre que se atenga, a esa tendencia que la propia
Naturaleza le dicta y si esa Naturaleza o Dios,
permite esa tendencia.... ¿Quiénes somos los hombres
para inmiscuirnos en ello, siempre que no nos afecte
directamente y como una agresión?
Supongo que le será grato saber ello, anticipadamente. VOLUNTARIADO
EN LA LUCHA CONTRA EL CÁNCER: Le felicito sinceramente,
por su ingreso en dicha organización, ello le va a
reportar un bienestar que ni imagina, pues va a trabajar
en un campo muy duro y el que sin realizar esfuerzo
físico; muchas veces, usted puede llevar mucho consuelo
a muchas personas, simplemente con cuanto ha conocido
usted en éste intercambio que mantenemos y el que por
esa vía, va a repercutir en muchas personas... ¡Mi
sincera felicitación y... adelante!. Ya me dirá
cosas pues va a entrar, en otro tipo de
valle de lágrimas, del que pueden surgir muy
interesantes relatos, por sus nuevas vivencias. Yo tuve
la enorme experiencia de ver morir a mi propia madre de
un tipo de cáncer, que la fue matando durante
aproximadamente dos años, habiendo llegado a tal estado
ya, que yo era el que con todas mis fuerzas pedía a
Dios, que se la llevase ya... fue horrible, y
sólo contaba entonces 57 años y era la época en que ya
había conseguido un bienestar material, que apenas pudo
disfrutar, pues su vida, fue una terrible odisea, que en
parte está reflejada en mi novela... Aullidos en
Andalucía.
Sí; y como usted dice con éstas palabras insertas en su
carta... usted es un hombre estudioso que ha vivido
unos años más que yo... Algunas veces, creo haber
vivido ya.. miles y miles de años y me siento
viejo, muy viejo... viejísimo... pero no agotado,
pienso que aún he de escribir mucho.
Habrá notado que le estoy animando a que siga
escribiendo, pues recuerde, que sólo puede escribir
cosas interesantes (aunque muchas sean dolorosas) quien
ha vivido, puesto que quien no ha vivido, apenas sabrá
escribir nada más que tonterías; los que escribimos,
cuando somos consecuentes y honrados con nosotros mismos,
tenemos que escribir basándonos siempre en nuestras
propias experiencias y reflejándolas con toda veracidad,
intentando equilibrar el dolor con un afianzamiento en el
presente, proyectando siempre esperanza hacia un futuro
mejor... de ahí, que cuando nosotros (y cualquier otro
ser humano con aceptable formación) encontramos una
buena lectura, ello representa algo así, como un
magnífico y apetitoso banquete, que sólo recibe el
alma, que es en realidad nuestro principal componente.
Por todo ello, los libros de verdadero contenido, hayan
sido escritos hoy ó hace miles de años, tienen siempre
un valor real y actual en grado sumo... sencillamente por
cuanto la inteligencia verdadera no tiene tiempo real, es
algo maravilloso y que siempre ha de estar latente para
ser captado por esos seres que capacitados para ello, lo
saben apreciar en todo su valor ó al máximo que su
propia inteligencia puede; todo lo cual y analizando a
fondo es una maravilla, que nos hace fuertes en el
presente y confiados en un futuro mejor... que
inexorablemente tiene que llegar. Sobre
su duda en cuanto a diversificar sus esfuerzos (se que
los suyos y por su enfermedad son limitados) considera
mejor concentrarlos; pero su decisión de esa
diversificación aportando todo cuanto pueda a los
afectados del SIDA y ahora, el cáncer; creo que como en
la segunda enfermedad (deseo ayudar a enfermos
terminales son sus palabras)... en ambos
cometidos puede y debe hacer cuanto pueda y sin agotarse,
puesto que entonces ya no podría hacer nada; insisto
pues, trate de andar en los dos difíciles
caminos, puesto que todo ello (ya lo he dicho) le
reportará una experiencias que ni usted mismo puede
imaginar y que creo firmemente, le van a ser de gran
utilidad, para su propio afianzamiento en la vida y
espero que para que reciba nuevas energías de todo tipo,
que le harán la vida mucho más llevadera y encontrará
algo de felicidad; así lo deseo y espero.
Nó, no me cansa y menos me disgustan sus escritos,
puesto que ellos, también a mi me enriquecen en lo
inmaterial, que precisamente es lo que de nosotros más
vale, así pues, escríbame y cuénteme, lo que crea
oportuno o necesario, yo espero asimilarlo y siempre le
corresponderé con mi mejor voluntad y lo antes posible.
Bueno; sobre la marcha, he pensado que esta carta, va a
ir al relato, tal cual ha quedado, puesto que tiene la
fuerza de la espontaneidad y ello es positivo.
Sin más por hoy, reciba un abrazo de su amigo
Antonio García Fuentes
[1]
Estas confesiones que son espontáneas, nos demuestran lo
pernicioso de la inactividad y por ello, preventivos o
condenados, debieran trabajar todos los que por motivos
de Ley (se supone que aplicada con justicia) han sido
internados en una prisión... ¿en qué
trabajar y cómo?... El propio Estado debiera tener ello
previsto y dedicar ese personal, a los mil
trabajos que sin degradar a nadie, son necesarios o
imprescindibles de realizar y en los que yo
destaco, simplemente uno que trae consecuencias graves
todos los años, como son los incendios de los bosques y
los que se pueden prevenir... y otros
igualmente muy necesarios: limpieza de bosques, riberas
de ríos y ramblas, cunetas y márgenes de todas las
vías españolas, playas y litorales y cuido en
definitiva, de las mil faenas que el
mantenimiento de los bienes estatales, necesitan de
continuo; con esos trabajos, que algunos, puede que
incluso agradecieran... se prevenían muchos
incidentes y otras cosas graves que ocurren de continuo
dentro de las prisiones españolas... No
es ningún atentado el obligar a un ser humano en
condiciones óptimas de salud... a que... se gane
el pan suyo de cada día, lo que de paso le puede
enseñar muchas cosas útiles para cuando vuelva a
integrarse en la sociedad. [2] Confianzudo: Definición que da el relator y que yo respeto en el texto... que cada cual interprete. [3] La pregunta no tiene respuesta satisfactoria, pero es verdad que la lengua de muchas mujeres es la culpable de muchos de los desastres que producen o padecen, ciertos hombres que en su momento, no saben obrar como tales y poner límite en las actuaciones de sus mujeres o esposas. No dudo que igual ocurrirá en algunos hombres, pero la mala lengua abunda mucho más en la mujer, la que con mucha más astucia que el hombre, sabe siempre... nadar y guardar la ropa. Tengo un artículo escrito (El otro cordón umbilical: O el maltrato entre hombres y mujeres) publicado en prensa (años 2000/2001) en el que trato éstos espinosos temas, los que por lo delicado de los mismos, hay que estudiar y meditar con serenidad, por cuanto de hechos horribles acaecen y pasan, pero siempre se debe uno preguntar... ¿Quién empezó primero y cómo?... De cualquier forma, diré y ampliaré, que hay que no provocar situaciones límite y que la violencia del pacífico, suele superar a la del violento, puesto que el pacífico, cuando ya ha resuelto... tirar para adelante... ya nada ni nadie lo frenará y ocurre lo que nadie puede esperar. Mi propia vida de estudio del hombre en mi mucho andar por la misma, me ha enseñado cuanto afirmo. [4] Se dice que una mayoría de presos en las cárceles españolas, están contagiados del SIDA; no queda por menos que creerlo con triste firmeza, puesto que sólo con el comportamiento que cita nuestro relator, ya hay una fuente de contagio enorme y qué duda cabe que debe haber... algunas otras. Pobres criaturas hasta donde han de llegar, en una absurda y loca carrera que empezaría alguna vez, con la ilusión de llegar a algunos cielos gloriosos no permitidos a los mortales. Reflexione quien esto lea y convénzase de esa Ley Universal, la que denominada de Causa Efecto, va, inexorablemente, cobrando cada uno de los hechos negativos producidos en su momento (Causa) hasta que llega el momento de sufrir el castigo (Efecto). Recordemos que igual Ley, rige los hechos positivos, por tanto a un hecho noble y bueno (Causa), siempre vendrá una compensación de igual índole (Efecto)... de ahí, también, aquellas enigmáticas afirmaciones de Cristo... Quien a hierro mata... a hierro muere. [5] Párrafo
estremecedor y cuyo final, ya demuestra el estado de
simples piltrafas de vida y sin ninguna
esperanza, en que llegan a transformarse éstos por
otra parte, seres humanos, iguales que nosotros, los que
incluso añoran la muerte, pensando (ilusos) que tras
ella acaba todo... pero parece ser que no es así y que
esos sufrimientos, acrecentados incluso, les siguen, tras
esa muerte, que no lo es, puesto que se afirma que es
otra forma de vida, a la que se pasa. Sugiero leer el
libro de Allan Kardec, titulado: Libro de los
Espíritus y del que ya se ha hecho algunas
referencias en éstos relatos; aclara muchas cosas, en
las que se puede creer o no, pero... nunca está
de más ampliar conocimientos que pueden ser de
utilidad. [6] Reconozcamos
en primer lugar la enorme valentía del relator al
escribir y contar esas experiencias, las que hay que
agradecer por cuanto de aporte al crudo conocimiento
aporta y los casos que puede evitar en el futuro, por
otra parte... Terrible, incalificable, faltan palabras
para reflejar los sentimientos que brotan del lector, al
leer tan desnudas confesiones; y he sentido piedad...
piedad infinita, por todos éstos seres que llegan a tal
estado y del que lograron retornar, con una fuerza
de voluntad digna de toda la consideración y
felicitación del mundo, ojalá que todos pudiesen hacer
lo mismo... sintamos (reitero) piedad, oremos incluso por
ellos y sobre todo, animémoslos a proseguir, puesto que
ya lo he dicho, fueron, son y serán... seres humanos
igual a nosotros mismos y por ello tenemos que
identificarnos con ellos, en esa piedad y buena voluntad
ya reflejada, signo de una comprensión que como noble
fuerza, les ha de servir de ayuda, puesto que lograron su
propio arrepentimiento, su propia estima y volvieron a la
ruta humana, lo que indudablemente debe hacerlos incluso
mejor que muchos de nosotros, pues sus heridas, son las
fuertes palancas y motores que los lanzan hacia un futuro
mucho mejor... que así sea. (A.G.F. 24 Mayo 2001). |
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