CAPÍTULO VII
6ª CARTA RECIBIDA A LA QUE VIENE
UNIDOS DOS NUEVOS RELATOS NUMERADOS CON EL 6 Y EL 7: TEXTO: La Laguna (Tenerife) 7 de
Febrero de 2001 Apreciado Sr. Antonio:
Saludos cordiales desde Tenerife, donde nos encontramos
con inmejorables condiciones climatológicas; hecho éste
que sin duda, influye tanto en mi salud como en mis
ánimos.
He recibido su última carta del 29 de enero, donde usted
me hace indicaciones al respecto, del uso y la práctica
de la escritura mecánica. He tomado nota de ello y
repasaré todo cuanto le envíe; perfeccionando mis
conocimientos para que nuestra comunicación sea
mucho mejor.
De momento carezco de programa que me proporcione
diccionario en el ordenador, pues el que poseo carece de
ello e informado del costo de lo que necesito, su valor
(40.000 pesetas) no puedo sufragarlo por el momento, ya
mi economía es pequeña y muy ajustada y no me lo
permite. Se impone por tanto el medio manual y tendré
que consultar constantemente el diccionario, como muy
bien usted me apuntaba en su carta.
Me he proporcionado (creo se lo dije) un curso de
mecanografía y con él, realizo mis prácticas; pero
tengo que decirle que a consecuencia del ya comentado
accidente de mi brazo derecho... caí, siendo un niño de
tres años, sobre una botella de sidra, seccionándome en
el accidente, tres de los tendones que permiten el
movimiento de tres de mis dedos y aunque aparentemente no
se aprecie, sí que me impide manejarlos con plena
libertad, por tanto mi mano derecha queda limitada al
manejo del pulgar, el índice y el que le
sigue; los otros dos, no obedecen mis órdenes.
Con la práctica de la escritura manual, me encontraba
con el problema, en que después de un tiempo
escribiendo, la mano se me agarrotaba,
produciéndome dolor; ello lo superaba descansando cada
cierto tiempo. Hoy no tengo ese problema, aunque se me
presenta el handicap que supone disponer de sólo tres
dedos de la referida mano; con lo que esto supone, a la
hora de seguir un patrón para colocar los dedos en el
teclado según normas establecidas; por ello he de buscar
mi propio sistema y puesto que no se trata de competir
con nadie en mecanografía, espero con el tiempo y la
práctica, dominar a mi manera, el teclado.
Ello no implica, que en todo lo posible, siga las
indicaciones de usted o las del propio curso. He
delimitado, de todas formas, el teclado como corresponde.
Como se interesa por direcciones de los medios de prensa
(periódicos) de aquí; le adjunto los que he podido
recoger, pues curiosamente y debido a una rivalidad entre
las dos provincias; en Tenerife no se lee lo
que se publica en Gran Canaria y viceversa; o sea que
están enfrentadas por diferentes motivos. Y que al
margen de la universalidad de la cultura, se observa
cierta xenofobia por parte de algunos canarios, dirigida
hacia lo peninsular[1] y tiene
connotaciones independentistas.
Por momentos nos consideran invasores de esta su tierra;
a esto, podemos unirle, la grandísima cantidad de
piratas que siempre asolaron estas islas; por
desgracia, los peninsulares, hemos cometido todo tipo de
tropelías; y se siguen cometiendo... reconociendo que
los canarios son buena gente y que nos tratan bien, pero
sienten en su corazón esa... espina que muchos
siguen teniendo clavada en el mismo.
Referente a ello, es mucho más trabajoso llegar a ellos,
nosotros los peninsulares, que si son pertenecientes a
otras nacionalidades; sienten predilección por la
América Española y sus formas de expresión cultural.
Ya me dirá usted, si quiere que profundice en este tema
de lo godo y lo peninsular y de
cómo se vive la realidad de esta situación, que como
digo, pervive.
Continuo escribiendo, independientemente de que usted lo
haga; reconozco que tendrá sus obligaciones, por tanto
no es menester que me conteste a vuelta de correo, como
está haciendo; yo le seguiré enviando mis escritos y
usted los corresponde cuando buenamente pueda. Decirle,
no obstante, que sus indicaciones son de gran valor para
mi; y siempre esperaré de ellas algo positivo.
En relación al libro que me envió, le digo (aunque me
reitere) que me reservo para más adelante, comentarle
sobre el mismo; aunque como ya le dije, me tiene
subyugado, puesto que para mi es, la filosofía (si así
se puede denominar) de todas las que he estudiado, es
(digo) en la que más esperanzas he encontrado. Siempre
quise creer que no era... un trozo de
carne... no sé como podré pagarle a usted, el
haber puesto en mis manos éste libro.[2]
En su momento, pediré los otros libros que me sugiere.
Quiero decirle, que el próximo mes tendré instalada la
línea de teléfono y con ella será posible acceder a
Internet, por lo que espero poder comunicarme con usted
por ese medio; ha coincidido mi solicitud, con la
expansión de una empresa en éstas islas y por ello
tendré algunas ventajas y gratuidades (dos meses
gratuitos) en ellas, trataré de dominar el sistema y
luego ya veré en que tarifa puedo entrar, debido a mi
economía, ya se lo indicaré; pero lo que si le digo es
que: Viva el libre mercado, el monopolio de
Telefónica ya es historia y con él, parte de sus
abusos.[3]
Como debe suponer si conoce el tema; Santa Cruz de
Tenerife, hierve de frenética actividad en su
carnaval, considerado el más importante del mundo,
después del fastuoso de Brasil; por tanto, se están
preparando como cada año; puesto que para un
chicharrero[4], el carnaval
es su más preciada fiesta; se toman vacaciones en esta
última quincena de mes y se vive intensamente, puesto
que lo llevan en la sangre; de ello no me
cabe duda alguna.
Pues nada Don, le dejo ya; uno pierde el control
contándole cosas, sin respeto por su tiempo. Esperando
de corazón, que todo esté en orden en su vida y en la
de los suyos, se despide de usted... éste, que le está
agradecido. (Rodríguez Tirador: firma y
rúbrica) RELATO Nº 6:
La Laguna 27-01-2001
Es para mi una incógnita la cuestión de si, una persona
nace ladrón o se hace; digo ello por cuanto sigue.
Muchas malas enseñanzas aprendí de mi padre, pero en
ellas no incluían el robo; puesto que la única
enseñanza positiva que aprendí de mi progenitor fue que
lo ajeno, debía ser respetado y que había que trabajar
duro, para que en la casa nunca faltara nada
de lo necesario para vivir con comodidad y desahogo.
Son las dos cosas (a mi juicio) en que mi padre me
dirigió como normalmente debe dirigir siempre un padre a
un hijo y como máximo responsable de una familia. Por otra
parte, nunca recuerdo haber carecido de nada necesario y
muchas veces superfluo; a mi mente viene la
imagen de un frigorífico siempre repleto de las
mejores viandas, habiendo igualmente reservas en la
despensa, para reponer y enfriar. Recuerdo a algunos
amigos que solían acompañarme a casa, donde mi madre
los invitaba a comer y las manifestaciones de
ellos, al degustar las viandas puestas en la mesa, puesto
que entendía, por sus palabras, el que en sus casas...
las abundancias eran menores.
Por aquellos años, mi padre tenía como filosofía de la
vida (que aún mantiene) y que resumía sí: puesto
que se trabaja duro, hay que disfrutar con arreglo a lo
que se gana. Ello era bastante temerario, al no
aceptar lo que era práctica común entre los emigrantes,
o sea, trabajar cuanto más mejor, pero
apretándose el cinturón, para ir ahorrando
lo más posible para un futuro incierto para todos.
Digo todo cuanto antecede, por cuanto y siendo niño, me
daba por robar pequeñas cosas y yo me pregunto...
¿quién me enseñó?; en mi casa, desde luego que no,
mis recuerdos no alcanzan al primer momento en que yo
aprendiera a coger lo que no me pertenecía y además
hacerlo con discreción para no ser descubierto; después
y afortunadamente aquello desapareció al ir creciendo, e
ir entrando en los estudios escolares propios de la edad. Pasaron los
años y ya siendo un jovenzuelo y cuando por primera vez
me encontré solo, lejos de casa y totalmente
desamparado, fue cuando el hambre despertó en mi la
necesidad de robar. En aquella época ya fumábamos
hachís y tomábamos alguna que otra pastilla de
droga... aún la heroína nos era desconocida.
Aburrido de la monotonía del pequeño municipio donde
residía, decidí marchar a Valencia, puesto que la
campaña de la recogida de la naranja se avecinaba y me
habían asegurado, que en ella, era muy fácil encontrar
trabajo y ganar dinero; contaba entonces 18 años y ya me
encontraba licenciado del ejército. Se empeñaron en
acompañarme algunos otros chicos de mi edad, pero yo me
negué en redondo; tan sólo admití y por su mucha
insistencia, al que yo creí más despierto y
aunque menor que yo, le admití sin dar mayor importancia
a ése hecho irreflexivo por demás. Así y con cinco mil
pesetas de capital y haciendo auto stop,
conseguimos llegar a nuestro destino;
estiramos nuestro modesto capital todo cuanto
pudimos mientras estudiábamos el nuevo ambiente a donde
habíamos decidido instalarnos. No fue lo que yo esperaba
por cuanto diré.
Los capataces, recogían de madrugada a los trabajadores
para la recogida del fruto, los que eran contratados a
destajo, por tanto ya eran gentes preparadas para tales
faenas; habiendo de llevar cada cual las tijeras
especiales para cortar el fruto sin dañarlo y es claro
que todo ello requiere práctica y por ello y al final de
varios intentos, no pudimos entrar en aquel trabajo que
se me prometía tan fácil; por ello terminamos por
reunirnos con otros que al igual que nosotros, se
encontraban en circunstancias parecidas a la nuestra.
Corría el año 1.978 y empezamos a vivir todos juntos,
unas aventuras, que ellos denominaban como, vida de
hipíes y que en resumen se traducía a oír
música propia de tales; buen rollo,[5] alguna fumada
de hachís de vez en cuando, poca limpieza y bastante
hambre. Para mi manera de ser, aquello era una pérdida
de tiempo, pero de alguna manera, me encontraba atado a
mi compañero de viaje (Rubén), por el que y en un
interminable mes, velé como si de mi hermano pequeño se
tratara. Sabe Dios, que y por necesidad, comimos
muchas naranjas por cuanto era muchas veces lo que
teníamos a mano; cuando conseguía algo más
substancioso, mi prioridad fue siempre él, como más
pequeño. Es fácil imaginar nuestra penuria, por lo que
muy pronto Rubén me dijo que quería volver a su casa;
en realidad era lo que yo estaba deseando; por ello y de
inmediato, nos encaminamos al más cercano cuartel, de la
Guardia Civil y en sus inmediaciones, lo dejé,
indicándole que se presentara en él que allí le
facilitarían el regreso; nos despedimos, pero
permaneciendo yo cerca para ver que ocurría y como
tardaba y no salía, me aproximé y logré verlo a
través de una ventana; estaba comiendo un gran bocadillo
y entonces me marché definitivamente. El quiso que yo
regresara con él, pero yo pretendía aprender de la
vida, cuidando de mi mismo y recorriendo el
mundo, puesto que me atraía la aventura y gozar de
aquella libertad que yo había elegido por mi mismo y sin
nadie influir en ello.
En Valencia subí sin billete que me autorizase a ello,
en un tren que marchaba hacia Barcelona, pero a la altura
de Castellón de la Plana, el revisor del convoy me
descubrió y sin más contemplaciones, me hizo bajar en
aquella estación ferroviaria. Eran aproximadamente las
diez de la noche, me informé del próximo tren y como
para intentar subir al mismo, me faltaban cuatro horas,
deambulé por la estación, pues mis intenciones eran ir
hacia Lérida y concretamente al Valle de Arán, para ver
de encontrar trabajo en las estaciones de esquí... el
cómo llegar sin dinero no era mi máxima preocupación,
pero el hambre que padecía si que necesitaba ser
aplacada, si no satisfecha, puesto que me encontraba en
un estado acuciante. Hoy se de sobras (entonces no) que
la comida no es gran problema, pues existen gran cantidad
de organizaciones religiosas o seglares que atienden al
hambriento; aparte que los municipios y el Estado
disponen de un servicio gratuito donde puedes acudir para
satisfacer esa apremiante necesidad, cual es comer para
simplemente alimentarte; amén de un aseo personal,
igualmente necesario... pero en aquel tiempo, mi
juventud, mi inexperiencia y también algo de un absurdo
orgullo, me impedían recurrir a la caridad humana, que
normalmente siempre se encuentra para las necesidades ya
explicadas.
Paseando tranquilamente por el citado lugar, en mi mente
se fue instalando la idea de conseguir algún dinero;
consideré que tenía tiempo suficiente para ello y me
encontraba libre de equipaje, puesto que la mochila que
portaba la había dejado en la consigna o
guarda equipajes de la estación . Tenía, o me
consideraba, con capacidad de acción, al estar sólo,
sin nadie de quien preocuparme y además en tierra
totalmente extraña para mi. Me envalentonó la idea que
no era otra que la de realizar un robo o atraco... ¿pero
a quién?... ¿dónde?...¿cómo?.
Pensaba todo ello mientras instintivamente me alejaba de
la estación que es lo que ese instinto me aconsejaba en
aquellos momentos. Ya bastante alejado y tomadas mis
precauciones para saber volver al sitio desde donde
partí, intenté seleccionar a una posible
presa, tenía que encontrar a quien robar o
mejor dicho, atracar, seguirlo hasta un lugar apropiado
para ello y asaltarlo; amenazándole con una navaja que
siempre portaba, sacarle el dinero que llevase y
seguidamente huir. Es claro que el pensar realizar
aquello, era una cosa y el realizarlo, otra muy
diferente.
Caminé largo tiempo, supongo que alrededor de un par de
horas, pero no encontré a nadie apropiado;
el tiempo de que disponía se me estaba acabando, la
realidad era que... yo tenía más miedo que
vergüenza y que duda cabe, eran ya los
remordimientos de quien sólo de niño había robado
pequeñas cosas a los compañeros de colegio (una goma,
un lápiz o bolígrafo, etc.). Por todo ello, mis
posibles víctimas no cuadraban con mis intenciones...
joven, viejo, taxista, gritarían, no gritarían,
que ocurriría antes, durante y después del
atraco... en fin, algo difícil de narrar y que
sólo de pensarlo, los remordimientos me acosan de forma
atroz, pero ocurrió así.
Surgió por la acera opuesta por donde yo marchaba. Era
un hombre viejo, se trataba de persona mayor pero no
anciana, portaba un maletín... el corazón comenzó a
latirme con una fuerza nunca experimentada... había
encontrado a la que sería mi víctima; para colmo, aquel
hombre cojeaba ligeramente, lo que descartaba el que
pudiera perseguirme (eran alrededor de la una de la
madrugada) por tanto era la víctima idónea para mi
fechoría.
Me cercioré de que no había nadie más en las
cercanías y... blandiendo mi navaja, me dirigí hacia el
cruzando con rapidez la calle; yo personalmente estaba
cagado de miedo; ahora el susto que sufrió
aquel hombre debió ser mayúsculo. Tan sólo acerté a
decirle... ¡Rápido la cartera!... los ojos de aquel
pobre hombre, parecieron querer salírsele de las
órbitas, pero pese a aquel manifiesto temor,
mecánicamente y con rapidez me entregó su monedero para
lo que me alargó la mano que lo portaba. Con rapidez y
precipitación, se lo arrebaté y dándome la vuelta
corrí... corrí cuanto pude y al final llegué sin
contratiempo alguno, justo a tiempo de recoger la mochila
y subir al expreso de Barcelona en el que marché,
huyendo de aquel atraco que nunca olvidaré.
Ya el convoy habría recorrido un buen trayecto, cuando
mi corazón empezó a recuperar un ritmo más normal (es
claro que yo seguía afectado); fue entonces cuando
saqué del bolsillo de mis pantalones, donde lo había
guardado, aquel monedero arrebatado poco antes a su
dueño y cuya imagen no podía borrar de mi mente.
Entonces me di cuenta del tamaño de aquel monedero, el
que era abultado y contenía porta-billetes. Abierto el
mismo, aparecieron en su interior, muchas tarjetas en las
que se representaban, santos y vírgenes y
otras con direcciones, y por fin... el color verde
de los billetes de mil pesetas... exactamente doce,
amén de otra cantidad en moneda fraccionaria; una
cantidad importante en aquellas fechas y la que ni
imaginar hubiera podido en aquellas circunstancias.
Rápidamente me deshice de todo, menos del dinero, por
supuesto. Tiré por la ventanilla del tren y con toda la
discreción precisa para realizar aquel hecho, todo
cuanto a mi ya no me servía para nada y después de
ello... traté de relajarme y poder descansar, al tiempo
en que pensaba en aquel mi primer atraco o robo (más
bien mi primera chapuza) puesto que fui tan inexperto que
sólo me llevé el monedero, pudiendo haberme llevado
igualmente, un maletín que portaba aquel hombre y que
quizá portara en su interior otros efectos de valor,
quizá más considerable (joyas o vete tu a saber si
dinero en cantidad)... de cualquier forma en aquellos
momentos, no me dejé mi propia cabeza olvidada en el
lugar de los hechos, por cuanto la llevo pegada al
tronco; también debo decir que en aquellos
momentos y ya tranquilo en el tren... en lo
que más pensaba era en... aquellos ojos tan
enormes y en el rostro de aquel señor al que
atraqué... desde aquella madrugada ya nunca
más tuve duda alguna de lo que puede sentir alguien que
es amenazado con un arma y ello además de improviso...
es más (debo confesarlo) lo pude comprobar en otras
ocasiones en que reincidí y siempre ese temor se adueña
del amenazado y te hace a ti, dueño de la
situación.[6]
Ya son irremediables muchas de las faltas (delitos) que
he cometido; estoy arrepentido y también avergonzado...
espero sepa disculpar, algún tono jocoso que emplease en
éste relato (mi forma de escribir es la que es y no se
expresarme de otra forma); desde luego no es mi
intención hacer de cuanto le escribo, ninguna aventura
simpática, jocosa, o yo que se... sólo que me expreso
tal y como sentí en su momento las cosas o situaciones
que experimenté ó tristemente protagonicé,
con todo tipo de detalles que recuerdo y que en absoluto,
tienen ya nada que ver con las que ahora experimento
sobre tantos y tantos sucesos; afortunadamente para mi...
soy otro y tengo una nueva vida.
Continuo con mi relato.
Conseguí mi objetivo y llegué al Valle de Arán;
enseguida encontré trabajo como camarero; allí me
quedé toda la temporada hasta que cerraron las
estaciones invernales y que son sobradamente conocidas en
España y otros países europeos. Acabada ésta, regresé
a mi pueblo; es claro que a mi regreso, era muy diferente
a cuando salí de él y de la forma ya relatada. Me
sentía capaz de robar, me sentía capaz de ir al
fin del mundo; además había descubierto, algo
nuevo para mi y es que atraía tanto a hombres como a
mujeres. Esta atracción la emplearía en el futuro con
los dos sexos y en mi beneficio y quede claro que... son
si cabe, de las acciones más ruines y de las que más me
avergüenzo... en su momento serán relatadas y espero
que... al fin, olvidadas para siempre.
Pero para no mezclar asuntos, quiero contarle otro
atraco, éste efectuado en Madrid... fue la primera y
última vez que yo robé a una señora ya mayor y por el
procedimiento del tirón. Aquella mañana
el mono de la droga, era el absoluto dueño
de mi persona y moralidad. En momentos de alguna lucidez
me di cuenta de que si le daba un tirón a una anciana le
causaría un daño impredecible; por otra parte, tenía
la necesidad imperiosa de pincharme pero
Madrid estaba difícil; lo nunca visto por mi... hasta
las pequeñas panaderías parecían farmacias[7] por lo
enrejadas que estaban[8]...
apreciando todo ello y la imposibilidad de atracar un
establecimiento, fui buscando hasta que observé a una
señora que detenida en una puerta, pulsaba el timbre de
la entrada a una casa de viviendas. Vi la ocasión y sin
pensarlo más... fui por ella, pensando en
quitarle el bolso una vez franqueada la puerta y ya
dentro del portal; esperaba conseguirlo simplemente con
amenazas y sin necesidad de emplear otro tipo de
violencia. Así, pues, me acerqué a su lado esperando
que la puerta de cerradura automática, se abriese; ya a
su lado y con mi más tierna sonrisa le di los buenos
días con toda educación... siempre he tenido la
facilidad de caer bien en una primera
impresión y ante cualquier tipo de personas, incluso de
crear confianza en ellas, por lo que en ocasiones me
aproveché de ello.
Pasados unos instantes, la puerta se abrió, cedí
cortésmente el paso a aquella señora y ambos avanzamos
hacia el ascensor ; en el corto trecho que había entre
la puerta y el mismo, me adelanté y con la misma
cortesía, le abrí la puerta del elevador y le volví a
dar paso... gracias joven (me dijo)....
de nada, señora, pase, pase, (le respondí).
Una vez estuvo dentro, le quité con suavidad pero
al mismo tiempo con firmeza, el bolso que llevaba ya de
forma descuidada... la señora, tan sólo me dijo una
palabra, que le aseguro tener gravada en mi memoria con
la misma fuerza con que fue pronunciada...
¡CANALLA!... de inmediato cerré la
puerta de aquel ascensor y me marché a toda prisa, antes
de salir a la calle saqué del bolso una cartera que
portaba y me la guardé, dejando el bolso en el mismo
portal y antes de abrir la puerta que daba a la
calle. Corrí aceleradamente y pasé varias calles antes
de detenerme y entonces miré el contenido de aquel
monedero... gracias a Dios... sólo llevaba
unas cuatro mil pesetas, que eran suficientes para mi y
que me hacían suponer, no significarían gran quebranto
para la economía de aquella señora. Deposité
instintivamente aquella pequeña cartera en un
buzón y me dirigí a toda prisa en busca de
mi dosis.
¡Nó!... no le diré, que en aquellos momentos me
sintiera afectado por la palabra que aquella mujer me
gritó; tal vez tampoco me sintiera afectado al día
siguiente, pero al contrario de cómo debiera haber sido
(creo yo)... después; pasado algún tiempo (que no
recuerdo ahora con exactitud)... me sorprendía a mi
mismo, como retumbaban en mi cabeza aquella palabra ahora
repetida dentro de mi... ¡¡CANALLA...
CANALLA!!. Yo entonces comprendí todo cuanto
significaba aquella palabra en boca de aquella mujer, que
había confiado en mi apariencia, mis buenas maneras y
cómo la engañé... sus palabras, más que de su boca,
le salieron del alma y las clavó en la mía para
mientras viva, puesto que es otra horrible experiencia a
no olvidar nunca... lo confieso.
Me planteé con decisión, el seleccionar a mis futuras
víctimas; ya no tenía miedo como al principio (de
todo se hace oficio) por tanto descarté para
siempre, atracar a ancianos ó personas débiles o con
minusvalía. Con aquella decisión yo no me consideraba
ni mejor ni peor; pero sinceramente le diré, que el
remordimiento que sentí tras aquella decisión, fue
menor; llegó un momento en que encontrándome en las
islas Baleares (como apreciará cuasi siempre estaba
en movimiento) realicé algunos atracos del
sistema catalogado como, del tirón y fueron
lo suficientes para en base a ellos, reunir dinero
suficiente como para comprar hachís para traficar con
aquel tipo de droga. El sistema del tirón y
debido a la rapidez con que lo efectúas, apenas si te da
tiempo para pensar claramente en el hecho y menos aún,
para ver el rostro de la víctima, por ello los
remordimientos son menores, puesto que no recuerdas a la
víctima. Curiosamente si mi atraco era realizado a
extranjeros y éstos eran jóvenes; mis remordimientos
disminuían... no se por qué.
En los larguísimos diecisiete años en que
transcurrió mi vida, dentro del mundo de las
drogas, fueron pocos los atracos realizados, puesto
que no me fueron necesarios nada más que en casos
extremos, e incluso en ellos, yo tenía una especie de
extraña ética, si así se puede denominar
el respetar a los amigos y conocidos así como a los
vecinos del lugar... ética o sistema que
emplean otros grupos o clanes (se dice de algunos
gitanos ó quinquis, trashumantes o no) los que suelen ir
lejos para realizar sus fechorías y mantener
buenísimas relaciones en el lugar donde viven o
habitan...?. De cualquier forma insisto, una
particular ética me acompañó en lo referido.
Quisiera puntualizarle, que la única vez que no sentí
ningún cargo de conciencia por estos robos, fue durante
unos meses, en que me encontraba nuevamente en Madrid.
Allí, nos pusimos de acuerdo, otros dos hombres y yo, y
nos dedicamos a asaltar con arma blanca, a
quienes se dirigían por un determinado y único trayecto
exclusivamente a comprar heroína; quiero decir que
estuvimos unos meses robando a los drogadictos que
compraban droga en una zona concreta de las afueras de
Madrid y sabiendo la ruta que necesariamente empleaban,
no teníamos nada más que esperar. Por otra parte y para
justificar este hecho (si es que pudiera tener
justificación) decir y resaltar, que entre los de
nuestra especie, no hay ninguna unión o
respeto, salvo la puntual de varios que se unan, para
alcanzar un fin que nos beneficie a todos, como entonces
hicimos; por ello conseguimos lo que nos propusimos, cosa
que las víctimas pudieron evitar, simplemente uniéndose
en grupo y atacándonos, pero la soledad e individualidad
del drogadicto le hace débil para los
despabilados[9], como
nosotros, puesto que éramos conscientes que aquellos
hechos no nos afectaban ni de cara a la policía, que no
nos molestaría en absoluto. Aquello fue
Jauja para nosotros, puesto que llegó un
momento que incluso nos sentimos sorprendidos,
incrédulos e incluso divertidos por cuanto apareció en
la prensa y que leímos; fue lo siguiente: En
uno de los pasos habituales de toxicómanos para
proveerse de droga, había descendido tanto el mismo, que
ello había repercutido en una mayor seguridad vecinal
del sector. O sea, que visto así, incluso
habíamos contribuido al bienestar ciudadano de aquel
sector madrileño; pero hubo una reacción y se nos
acabó el chollo, puesto que, la reacción y
el miedo se extendió entre todos y más en los que ya
habíamos atracado; por ello terminaron y por pura
necesidad, de convertirse en atracadores y pasaron de ser
cazados, á cazadores. Puedo
asegurarle puesto que lo viví, que algunos rostros de
aquellos que volvían, daban pánico el solo
verlos[10] y así, unas
veces éramos unos los que aplicábamos la navaja
al cuello de la víctima y otras era al
contrario... imagine si puede y por un momento... un
individuo cogiendo (fuertemente) a otro por el
cabello para sujetarlo, mientras le pone una navaja en la
barbilla y al propio tiempo que le susurra al oído
amenazas que ni me atrevo a reflejar aquí; las que en mi
caso, lo confieso, eran simplemente aguantar mi propio
miedo y el evitar por todos los medios el tener que
derramar sangre, cosa que afortunadamente siempre
conseguí.[11]
Acabado éste miserable negocio, acabó igualmente
aquella peculiar asociación de tres delincuentes
simplemente en busca de su droga, los que como
seres solitarios, nos dispersamos cada cual por su
camino; pues por otra parte, el mantener la asociación
por largo tiempo, es dar lugar a hechos en los que ya
interviene la policía y terminas en la cárcel (como
tantos otros) puesto que al formar banda ya
las cosas se tuercen y singularmente, para
muchos de nosotros, nos importa mucho más nuestra propia
libertad de acción; la que puedes realizar sólo si
estás solo. Así obré yo siempre y las pocas veces que
me asocié, fue siendo yo el elemento dominante... por
ello yo preferí gobernarme a mi mismo y es claro que...
elaborar mi propia ruina, así no puedo
culpar a nadie más que a mi mismo.
Y nada más, termino el relato diciéndole (creo haberlo
dicho ya) que disculpe mi forma de expresarme, no se otra
y es debido a mi poca cultura, la que he adquirido en
lo literario, en base o principalmente, a la
lectura del tipo de novela histórica y puede
ser (ya me lo dijo una amiga) que sea muy
anticuado expresándome... de cualquier manera,
reiterarme y decirle... que no es que rebusque, es que no
tengo otras palabras con que expresarme o explicarme.
Disculpe mi ignorancia, los puntos y las comas me
tienen loco... Hasta que consiga un programa
verificador de ortografía...?. (Así termina este relato que
viene sin firmar)
[1] Se refiere a la España peninsular, la que algunos consideran como invasora y destructora de lo netamente canario (guanche); suelen denominar a los peninsulares, en tono despectivo: Godos. [2] Simplemente recordar que el libro a que se refiere es el titulado: EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS, cuyo autor fue el francés Allan Kardec y que hoy muy extendido por todo el mundo de influencia occidental, suele ser repartido o distribuido por organizaciones afines a esa filosofía, totalmente gratuito y como yo lo envié a nuestro relator, significando para conocimiento del curioso lector, que nunca estuve ligado a ninguna organización espírita, espiritualista ó espiritista, hasta este momento (año 2001) si bien, si que recibo publicaciones de varias de ellas (siempre gratuitas), puesto que mi afán por saber me obliga a ello, pero debo decir, que todas, absolutamente todas, son repeticiones o complementos al libro citado al principio, el que en si mismo es inagotable si se medita a fondo. Por otra parte, igual he leído, leo y leeré, todo cuanto caiga en mis manos, de cualquier religión ó filosofía (para mi es lo mismo una que otra palabra) y yo sacaré de ellas lo que pueda y sepa, pero sin adoptar ninguna, como he hecho desde que aprendí a pensar. En religión me basta, con el precepto eterno de NO HAGAS AL PRÓJIMO LO QUE NO QUIERES QUE A TI TE HAGAN... y lo que trato de practicar, salvando las debilidades que como humano, padezco al igual que el resto. (Nota de A.G.F.). [3] Tristemente, lo de libre mercado, es otro mito o engaño manifiesto más; se sigue concentrando el poder en todos los medios que interesan al gran capital, lo que ocurre, es que en esa lucha entre grandes tiburones de los negocios y las finanzas, existe el viejo dicho del... quítate tú que me ponga yo y seguro que van en una especie de lucha a muerte, para acumular cuanta más riqueza y poder... mejor. [4] Chicharrero: nombre singular que se aplica a todo nativo de Tenerife. [5] Entendamos por buen rollo (yo así lo entiendo) una especie de vagancia o nunca pensar en el trabajo, amén de las cosas consiguientes y que surgen en esa inactividad y pasar el tiempo sin pensar en nada, salvo vivir el día que se vive. [6] No se,
tengo mis dudas, si he debido reflejar ésta parte del
relato con la crudeza del mismo y por cuanto ello pueda
servir, para enseñar a otro pobre diablo
como en aquellas épocas era nuestro relator, pero
analizada mi propia conciencia, lo dejo tal cual ha sido
escrito y dada forma un poco retocado, pero sin quitar
nada de su crudeza. Hay que valorar la fuerza de
confesión de este hombre, el que hoy arrepentido (ello
se deduce) de todo cuanto de mal hizo, bien merece ese
postrer texto, el que sólo se puede encontrar en los
legajos de un juzgado y realizados (supongo) por un juez
veraz y justo. Sirva el mismo para evitar malos
pensamientos a cualquiera inducido por lo que
sea... ese es mi deseo. A.G.F. (14-3-2001) [7] Nuestro
relator refleja primero y como más significativo el
establecimiento de farmacia, por los incalculables
atracos que sufrieron a pleno día y por
desesperados drogadictos, en busca de droga
gratis y de paso llevarse todo el dinero que hubiese en
la caja. Debido a ello, farmacias, oficinas bancarias y muchas
otras cuya relación sería interminable, tuvieron que
ser blindadas y las partes de las mismas donde se operaba
con dinero, incluso protegerlas con alarmas y cristales
anti-bala, o sea, algo horrible e impensable
sólo unos años antes y en un país que presume de
civilizado... principalmente las drogas fueron las
culpables, al ser permitidas, su consumo, pero no así su
venta legal... algo incomprensible, puesto que ó PROHIBIDAS
ó AUTORIZADAS LEGALMENTE... y así seguimos
veinticinco años después. [8] Fue lo que nos trajo el nuevo sistema democrático con sus permisivilidades y falta de leyes contundentes (en otros países europeos no ocurre lo que aquí en España: siendo igualmente democracias) puesto que sobre los años en que se sitúa el relato, ya la delincuencia callejera era de tal calibre, que tanto comercios como viviendas particulares, hubieron de ser blindadas y aún así, los atracos, robos y demás secuelas, inundaron España, la que en gran medida sigue en igual estado en la época en que escribo; las cárceles están llenas a rebosar, los juzgados colapsados por la aglomeración de tochos judiciales, delincuentes que son detenidos más de veinte veces y que como vulgarmente se dice... entran por una puerta del juzgado y salen al poco rato por la otra y quizá por cuanto no habría ya plazas carcelarias para todos. Todo ello ha creado un incalculable número de pequeños (y menos pequeños) delincuentes, que campan a sus anchas por España, la que se ha visto (incluso) invadida por nuevos delincuentes de allende nuestras fronteras e incluso del otro lado del Atlántico y todo ello, no parece tener ni muestras de ser controlado, por un aparato estatal y unos políticos, que pierden el tiempo y gastan cantidades inmensas de dinero público en cosas absurdas, mientras la sociedad se pudre y decae en grados que el que no los aprecie, es que es tonto de remate. Mientras, el fútbol y otros espectáculos de masas, entretienen al pueblo y lo sumen en una imbecilidad (o impotencia) digna de lástima. [9] Sugiero leer despacio esta parte del relato y que cada cual analice a fondo el contenido y valore los sentimientos que pudieran sentir éstas criaturas, ya carentes absolutamente de cualquier sentido humano y que promueve el respeto mínimo, al menos, entre... lobos de cuasi las mismas manadas. [10] Imaginemos el estado de desesperación de éstos pobres diablos, más dignos de piedad que de otro cualquier sentimiento adverso... simplemente, habían dejado de ser personas y caído más bajo que los propios animales... que como tales, todos tienen sus reglas marcadas por La Naturaleza. [11] Reitero lo que indico en la nota anterior y significo, el estado a que se puede llegar en un momento imprevisto, donde el asesinato (incluso) más por miedo que por intención, puede surgir en fracciones de tiempo inmedibles por la cortedad del mismo. Triste por otra parte, el que sabido todo esto (que ya se sabe por lo multirrepetido) hombres y mujeres, jóvenes y jovencísimos (incluso) caigan en el uso de las drogas (cualquier tipo de drogas) y entren en éstos infiernos, donde la mayoría sucumben y mueren de forma asquerosa y como piltrafas de carne ya sin apenas contenido humano de ninguna clase, pero de la que milagrosamente algunos salen y vuelven, para contarnos todos éstos horrores, que incluso su lectura, hace sufrir a cualquier ser, medianamente sensible o formado en una vida, simplemente regular. |
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